Nicolás Ramos
Hay libros que uno no lee, sino que habita. Las flores altas. Poesía reunida es uno de ellos. En él Nicolás Ramos ha reunido una vida entera de poesía, y lo ha hecho sin artificio, sin máscaras, con esa rara mezcla de oficio y asombro que solo poseen los que han entendido que escribir es, ante todo, mirar y escuchar. Aquí no hay una sola voz, sino muchas: la del niño que juega en la playa, la del hombre que se asoma a la pérdida, la del amante que escribe desde la ternura o el deseo, la del paseante que conversa con los árboles o se detiene ante la brisa de otoño como si fuera un milagro. Hay una lección en estos versos, pero es una lección que se ofrece, como quien pone la mano sobre el hombro y simplemente dice: «Mira, esto también es el mundo». Y entonces aparecen el mar, la luna, el cuerpo amado, los recuerdos, la música callada de las cosas que pasan y las que se quedan. En cada poema hay una fidelidad a la palabra bien dicha, pero también una emoción que no se puede fingir. Es una biografía del alma, escrita con flores, con sal, con luz. Y, sobre todo, con verdad.