Raúl Vega
En una Andalucía donde el barroco no ha muerto, sino que resucita entre el polvo dorado de los alberos y las sombras de viejos palacetes, una reliquia sagrada, un linaje condenado por sus silencios y un toro bautizado como Lampiño convergen en una intriga de sangre, fe y poder. Don Federico, último heredero de una casa noble que guarda secretos con la misma devoción con la que custodia su hierro ganadero, regresa del destierro inglés para enfrentar un legado que lo supera. Entre cabildos en penumbra, mayorales que huelen a jara, motoristas que surgen del pasado con acentos del norte y mujeres que queman de tan calladas, se va tejiendo una telaraña que nadie sabrá cómo deshacer sin pagar un precio. Raúl Vega ha cincelado una novela que avanza como los pasos de un costalero en plena madrugá: solemne, dolorosa, hermosa. La revelación del conde es un descenso a los abismos del linaje, donde los pecados no se confiesan en voz alta, sino que se heredan como el color de los ojos o el gesto altivo. Aquí nada es lo que parece. Y lo que parece, ya es demasiado. La reliquia de Oriente marca el origen del misterio que se desvela con fuerza en La revelación del conde, dos novelas que comparten secretos, personajes y una misma herencia sagrada.